Un dia cualquiera, una persona llega al do-yang
con el propósito de observar una clase.
Mira,
y se regocija con la belleza y el poder
de los movimientos ejecutados,
y al cabo ansia aprender lo que esta viendo.
Entonces es un aspirante.
El aspirante comienza su practica,
concurre día tras día al do-yang,
conoce la técnica
y se maravilla con su riqueza y variedad.
Cuanto mas entrena, mas se ensancha su horizonte,
y aun cuando piensa que nunca llegara a recorrerlo por completo,
continua el aprendizaje sin pausa y sin desmayos.
Entonces es un practicante.
Sin embargo, en cierto momento nota
que comienza a flaquear su fe en la técnica,
dado que conforme avanza
le resulta mas difícil comprenderla y ejecutarla.
Recién entonces se abre ante el
el camino mas vasto que ofrece un verdadero Arte Marcial:
el Do,
el camino de la formación espiritual del practicante.
Asi, con el paso de los años,
va recorriendo los senderos de
la HUMILDAD,
el RESPETO
y la PERSEVERANCIA,
y llega a apreciar el inmenso valor de estas virtudes,
pues comprende que son las llaves
que abrirún la puerta
al único bien que lo diferencia del común de la gente:
la disciplina.
Entonces es un guerrero.